Vivimos en una sociedad
donde el estrés protagoniza nuestras vidas y no nos damos cuenta de lo que
nuestro cuerpo nos está diciendo. A menudo, sólo nos damos cuenta cuando
comenzamos a tener un problema físico como tensión alta, taquicardias… y no
vemos que, antes de llegar a ese punto, están nuestros pensamientos.
Nuestro cerebro está
diseñado para crear pensamientos constantemente. Es habitual decir: "voy a
ponerme música para relajarme y voy a dejar de pensar en esto que tanto me
preocupa", pero… ¿realmente dejamos de pensar? Lo cierto es que no, es
más, cuanto más te esfuerzas en dejar de pensar, más piensas. No tienen porque
ser pensamientos relacionados con el problema en cuestión, sino que pueden ser
en general como: "me encanta esta canción", "ahora cuando se
acabe esta canción me iré a hacer la cena"…
Estamos disfrutando con
nuestra familia, amigos, hijos… y en lugar de pasarlo bien, estamos pensando:
"no sé qué hacer para solucionar esto", " a ver si hablo con
esta persona para ver si me puede ayudar", "quizás si hiciera esto se
solucionaría todo". Y todo esto influye en nuestro estado de ánimo de
forma negativa, apareciendo así sentimientos de desesperanza, tristeza, apatía…
Si os sentís identificados
con todo esto, aquí os dejo algunos consejos:
- Céntrate en el aquí y el ahora: sé consciente en todo momento de lo que haces y lo que piensas. Una ayuda para hacerlo es pensar voluntariamente en lo que estás haciendo. Por ejemplo, si te estás duchando piensa: "que agusto estoy en la ducha con el agua caliente, con el frío que hace fuera", "me encanta como huele el gel que he comprado esta mañana, de ahora en adelante compraré éste"
- Identifica el pensamiento: los pensamientos son tan rápidos y automáticos a veces que nos cuesta detectarlos en plena acción. Puede ocurrir incluso que, de repente, te sientas triste y no sepas por qué. Pues bien, intenta centrarte en cada momento, como he dicho antes, e identifica ese pensamiento que te ha hecho sentir mal en ese momento.
- Economiza los pensamientos: tenemos que evaluar esos pensamientos detectados y ver si nos sirven para algo. Cuando aparezca el pensamiento, evalúalo y pregúntate: ¿Me sirve para algo pensar esto? ¿Me ayuda a solucionar mi problema? Si la respuesta es que no… FUERA ESE PENSAMIENTO! No queremos pensamientos que nos hagan sentir más mal, no nos hacen ningún bien.
- Cambia el pensamiento: cuando hayas decidido que pensar así no te ayuda en nada, cámbialo a voluntad, dirígelo tú mismo y transfórmalo en algo positivo.
Por
ejemplo: estás en paro (tal y como hablábamos en un artículo anterior) y vas a
salir a repartir curriculums por enésima vez y sin querer piensas: "no se
para que me molesto, si no me van a contratar…". Analízalo: ¿pensar esto
me ayuda a conseguir mi objetivo?, ¿Me sirve para algo pensar así?... Si la
respuesta es que no… ¡no queremos ese pensamiento para nada!! Vamos a sustituirlo
por uno positivo: voy a hacer todo lo posible para conseguir un trabajo y voy a
ser positivo, voy a poner mi mejor sonrisa y a repartir todos estos
curriculums.
Recordad, sed vosotros
los que dirijáis vuestra vida, no vuestros pensamientos. Si necesitáis ayuda en
algún momento de vuestra vida, no dudéis en poneros en contacto conmigo.
Feliz día.
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